jueves, 2 de julio de 2015

CAPITULO 17

CAPITULO 17


«Muy bien, lali, puedes hacerlo. Simplemente vuélvete, míralo y dile que se vaya a la mierda. Es un cabrón que dijo anoche que tú eras un error y hoy aparece con una rubia delante de tus narices.»

Cuadré los hombros y me giré para mirarlo. «Mierda.» De cerca estaba aún más guapo. Nunca le había visto de otra forma que no fuera perfectamente arreglado, pero obviamente no se había afeitado aquella mañana y yo sentí la necesidad desesperada de notar cómo su barba me raspaba las mejillas.

O los muslos.

—¿Qué coño quieres? —le escupí, arrancando el brazo de su mano. Sin la ventaja que me daban los tacones, él era mucho más alto que yo. Tenía que levantar la vista para mirarlo a la cara, pero pude ver unas leves ojeras bajo sus ojos. Parecía cansado. Bueno, le estaba bien empleado. Si pasaba las noches tan mal como yo, eso me alegraba.

Se pasó las manos por el pelo y miró a nuestro alrededor incómodo.

—Quería hablar contigo. Para explicarte lo de anoche.

—¿Y qué hay que explicar? —pregunté señalando con la cabeza hacia el comedor y la rubia que todavía estaba sentada en su mesa. Sentí una presión aguda en el pecho—. «Un cambio de ambiente.» Ya veo. Me alegro de haberte encontrado aquí así... Me recuerda por qué esto que hay entre nosotros es una mala idea. No quiero estar follándome indirectamente a todas las demás mujeres.

—Pero ¿de qué demonios estás hablando? —me preguntó mirándome—. ¿Hablas de Emily?

—¿Así se llama? Bueno, pues que usted y Emily tengan una comida muy agradable, señor lanzani. —Me di la vuelta para irme pero me detuvo de nuevo agarrándome el brazo—. Suéltame.

—¿Y por qué te importa?

Nuestra discusión había empezado a atraer la atención del personal que pasaba de camino a la cocina. Después de echar un vistazo alrededor, él me metió en el baño de señoras y cerró la puerta con el pestillo.

«Fantástico, otro baño.»

Le aparté de un empujón cuando se acercó.

—Pero ¿qué crees que estás haciendo? ¿Y qué quieres decir con que por qué me importa? «Follaste» conmigo anoche, diciéndome que no podía querer salir con benjamin y ahora estás aquí con otra. No sé por qué he permitido que se me olvidara que eres un mujeriego. Tu comportamiento es justo el que cabía esperar... Con quien estoy enfadada es conmigo. —Estaba tan furiosa que prácticamente me estaba clavando las uñas en las palmas de las manos.

—¿Es que crees que estoy aquí con una «cita»? —Soltó el aire lentamente y negó con la cabeza—. Esto es increíble, joder. Emily es una amiga. Dirige una organización sin ánimo de lucro que lanzani Media apoya. Eso es todo. Tenía que haber quedado con ella el lunes para firmar unos papeles pero ha tenido un cambio de última hora en un vuelo y se va del país esta tarde. No he estado con nadie desde el... —Hizo una pausa para pensar mejor sus palabras—. Desde que nosotros... ya sabes... —Terminó haciendo un movimiento impreciso señalándonos a ambos.

«¿Qué?»

Nos quedamos allí de pie, mirándonos el uno al otro mientras intentaba dejar que me calaran aquellas palabras. No se había acostado con nadie más. Pero ¿eso era posible? Sabía con seguridad que era un donjuán. Yo personalmente había visto la colección siempre creciente de mujeres florero que llevaba a los eventos corporativos, eso sin mencionar las historias sobre él que iban de boca en boca por todo el edificio. E incluso si lo que estaba diciendo era cierto, eso no cambiaba el hecho de que seguía siendo mi jefe y que todo aquello estaba muy mal.

—¿Todas esas mujeres que se lanzan a tus brazos y no te has tirado a ninguna? Oh, estoy conmovida. —Me volví hacia la puerta.

—No es tan difícil de creer —gruñó y pude sentir su mirada atravesándome la espalda.

—¿Sabes qué? No importa. Todo ha sido un error, ¿no?

—De eso es de lo que quería hablarte. —Se acercó y su olor (a miel y a salvia) me envolvió. De repente me sentí atrapada, como si no hubiera suficiente oxígeno en aquella diminuta habitación. Necesitaba salir de allí inmediatamente. ¿Qué me había dicho cande hacía menos de cinco minutos? Que no me quedara a solas con él. Buen consejo. Me gustaban mucho estas bragas en concreto y no quería verlas hechas jirones y en su bolsillo.

«Vale, eso no es más que una mentira.»

—¿Vas a volver a ver a benjamin? —me preguntó desde detrás de mí. Tenía la mano en el picaporte. Todo lo que tenía que hacer era girarlo y estaría a salvo. Pero me quedé helada, mirando aquella maldita puerta durante lo que me parecieron varios minutos.

—¿Y eso importa?

—Creía que ya habíamos hablado de eso anoche —dijo y noté su aliento cálido en mi pelo.

—Sí, dijimos muchas cosas anoche. —Sus dedos subieron por mi brazo y deslizaron el fino tirante de la camiseta por mi hombro.

—No quería decir que fue un error —susurró contra mi piel—. Me entró el pánico.

—Eso no significa que no sea verdad. —Mi cuerpo se apoyó instintivamente contra él y ladeé un poco la cabeza para permitirle un mejor acceso—. Y ambos lo sabemos.

—De todas formas no debería haberlo dicho. —Me colocó la coleta por encima del hombro y sus suaves labios bajaron por mi espalda—. Vuélvete.

Una palabra. ¿Cómo era posible que esa simple palabra me hiciera cuestionármelo todo? Una cosa era que me apretara contra una pared o me agarrara por la fuerza, pero ahora lo estaba dejando todo a mi elección. Me mordí el labio con fuerza e intenté obligarme a girar el picaporte. De hecho la mano me tembló antes de caer derrotada contra mi costado.

Me volví y levanté la vista para mirarlo a los ojos.

Él apoyó la mano en mi mejilla, rozándome el labio inferior con el pulgar. Nuestras miradas se unieron y justo cuando pensaba que no podría esperar un segundo más, él me acercó a su cuerpo y apretó su boca contra la mía.

En cuanto nos besamos, mi cuerpo dejó de resistirse y de repente parecía que no podía estar lo bastante cerca. El bolso cayó sobre el suelo de baldosas a mis pies y enterré las manos en su pelo, tirando de él hacia mí. Él me apoyó contra la pared y me pasó las manos por el cuerpo, levantándome un poco. Me las metió dentro de los pantalones de yoga y las dejó sobre mi trasero.

—Joder, pero ¿qué llevas? —Se quejó contra mi cuello, con las palmas pasando una y otra vez sobre el satén rosa. Me levantó del todo, yo le rodeé la cintura con las piernas y él me apretó más contra la pared. Gimió y me cogió el lóbulo de la oreja entre los dientes.

Me bajó un lado de la camiseta y se metió uno de mis pezones en la boca. Yo dejé caer la cabeza, que golpeó contra la pared, cuando sentí el roce de su cara sin afeitar contra mi pecho. Un sonido estridente se oyó, sacándome de mi ensimismamiento. Oí que él soltaba un juramento. Era mi teléfono. Me bajó y se apartó. En su cara ya había aparecido su habitual ceño fruncido.

Me arreglé la ropa rápidamente, cogí mi bolso e hice una mueca cuando vi la foto que aparecía en la pantalla.

—cande—respondí sin aliento.

—lali, ¿estás en el baño follándote a ese hombre macizo?

—Ahora mismo vuelvo, ¿vale? —colgué y metí el teléfono en el bolso. Lo miré y sentí que mi lado racional volvía tras la breve interrupción—. Tengo que irme.

—Mira, yo... —Le cortó mi teléfono que volvió a sonar. Contesté sin molestarme en mirar la pantalla.

—¡Dios, cande! ¡No estoy aquí follándome a ningún macizo!

—¿lali? —la voz confundida de benjamin fue la que me llegó a través del teléfono.

—Oh... hola. —«Mierda.» No podía estar pasándome esto a mí.

—Me alegro de oír que no te... estás follando... a ¿un macizo? —dijo benjamin riéndose tenso.

—¿Quién es? —preguntó peter con un gruñido.

Le puse la mano sobre los labios y le dediqué la mirada más sucia que pude.

—Oye, no puedo hablar ahora mismo.

—Sí, siento molestarte un domingo, pero es que no podía dejar de pensar en ti. No quiero crearte ningún problema ni nada, pero justo después de que te fueras comprobé mi correo y tenía una confirmación de que habían entregado tus flores.

—¿Ah, sí? —pregunté con fingido interés. Tenía los ojos fijos en los de peter.

—Sí, y parece que quien firmó la entrega fue peter lanzani.

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